20 nov 2013

Paisaje en la niebla



La manera en que la crisis está afectando a Grecia no admite parangón en Europa. La pérdida de derechos por parte de los ciudadanos parece ser únicamente una parte del castigo impuesto por la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional para recuperar una economía aquejada de flagrantes contradicciones, ineficaz y, en estos momentos, prácticamente inerte.

El cine de un país que perdió el año pasado a su mayor referente internacional no se reinventa en unos años, pero sí atraviesa una readecuación de su imagen internacional, optando en muchos casos por una vía radical e inconformista, lejos –visualmente hablando- del estilo de Theo Angelopoulos, a la búsqueda de un renacimiento que cada día parece ser más real. Así lo corrobora el cine del también dramaturgo Yorgos Lanthimos, cuyas películas ‘Canino’ (Κυνόδοντας, 2009) y ‘Alpes’ (Αλπεις, 2011) surgieron al abrigo de la productora Haos Films, dirigida por Matt Johnson, Maria Hatzakou y Athina Rachel Tsangari, a su vez directora de la interesante ‘Attenberg’ (2010). El cine de Lanthimos no se fija tanto en las consecuencias palpables de las decisiones políticas y económicas como en la desazón moral en la que prendieron -¿y prenden?- las irresponsables (malas) prácticas que llevaron al país a la insostenibilidad.

El de Lanthimos y Tsangari es un cine que ya ha sido etiquetado. Nuevamente con el denominativo ‘Nueva Ola griega’, pero también en una corriente más genérica y trasnacional como el ‘Weird cinema’. La helena es una propuesta reconocible internacionalmente que ha conseguido hacerse un hueco en importantes festivales de cine de todo el mundo. Algunos lo consideran sustituto internacional de Angelopoulos, y mascarón de proa de un cine griego que reduce su tamaño a medida que se agrava la crisis económica y social. En la cubierta del navío siguen realizadores veteranos también alejados de la propuesta art-house de Lanthimos y Tsangari como Pantelis Voulgaris o Nikos Koundouros (en activo desde los años 50).

En lugares menos visibles de ese barco en la niebla que es el audiovisual griego contemporáneo encontramos valiosas propuestas en el terreno de la no-ficción. Sirva como ejemplo una de esas películas que no se incardinan en la casa de la no-ficción porque viven en ellas actores (aunque sean no profesionales) recibiendo instrucciones para que interpreten sus propias vidas: ‘To the wolf’ (Στο Λύκο, Aran Hughes & Christina Koutsospyrou, 2013) presentó en la pasada edición de la Berlinale una alegoría de la situación del Estado de Grecia, y a la vez un reflejo sin distorsión de la vida rural de un país al borde de la extenuación. “Grecia está acabada. Está muerta. Todo el mundo sufre. Luchan por una causa perdida”, sentencia nada más iniciarse la película uno de los pastores protagonistas. En la ciudad –si atendemos a lo que narra Ektoras Lygizos en uno de los títulos más premiados en su país durante 2012 y 2013, ‘Boy eating the bird’s food’ (Το αγόρι τρώει το φαγητό τού πουλιού)- la situación es parecida, con el hambre causando ya estragos en la clase media. Así, no es extraño presenciar ahora en Grecia situaciones que recuerdan a Berlanga en dramas y comedias como ‘The eternal return of Antonis Paraskevas’ (Η Αιώνια Επιστροφή του Αντώνη Παρασκευά, Elina Psykou, 2013), cuyo contenido político, por otro lado, mueve a la reflexión sobre la situación griega, pero también de la Unión Europea.

La ficción permite destilar la realidad griega, pero la no-ficción más pura –incluyendo el documental de urgencia, cuando no de guerrilla- se ha encargado de recoger los hechos acaecidos en un periodo clave para el futuro de Europa y para la supervivencia de Grecia. La violencia de la realidad se contesta con rabia en la polémica ‘Semillas de diciembre’ (Δεκεμβριανοι σποροι, Panagiotis Karagiorga, 2009), que durante algún tiempo fue interesada y erróneamente atribuida a Chris Marker. El documentalista francés falleció pocos meses después de que comenzara a distribuirse el documental a través de Internet. Esa misma ira se declina como denuncia en ‘155 Sold’ (Yorgos Panteleakis, 2012), un documental de urgencia que ya se pudo ver en la edición de 2012 del Festival Internacional de Documental de Jihlava. Fueron los momentos de las más virulentas movilizaciones, a los que siguieron otros hechos también recogidos por los cineastas griegos: la controvertida pugna política intervenida desde la Unión Europea se convierte en protagonista de documentos interesantes como ‘Democracy, the way of the cross’ (Δημοκρατία, ο δρόμος του σταυρού, Marco Gastine, 2012) o parciales, como en ‘Meeting Stefanos Manos’ (Πρωτομαγιά με Δράση: Συνάντηση με το Στέφανο Μάνο, Nikos Perakis, 2012). La vida política del país que alumbró la democracia también ocupa el primer plano a través de una figura peculiar como la del actual alcalde de Salónica, Giannis Boutaris, en ‘One step ahead’ (Dimitris Athiridis, 2012), que retrata al empresario devenido político durante la campaña electoral que lo llevó a la alcaldía de la segunda ciudad del país.

Mayoritariamente, el documental griego más reciente busca concentrarse en el relato individual de personas. Las descripciones de opiniones, comportamientos y pensamientos pueden ser presentadas en solitario -ya sea el intelectual de ‘Un día en la vida de Thanos Lipowatz’ (Μία μέρα από τη ζωή του Θάνου Λίποβατς, Panagiotis Kravvaris, 2013) en su periplo europeo, o el empresario agrícola del sur del país Mitsos Tsinganos de ‘Hardships and beauties’ (Ομορφιές και Δυσκολίες, Kimon Tsakiris, 2013), en un viaje por un país que ya no es el que conocía- o de manera coral, de modo que lo reflejado se erige en muestra de las adversidades y vivencias de una ciudadanía abrumada por estrecheces inesperadas y, muchas veces, injustas -con nombre y apellido en ‘Living in interesting times’ (Elisavet Laloudaki & Massimo Pizzocaro, 2013), de manera quizá más alegórica en ‘Cheap tickets’ (Konstantinos Iordanou, 2012).

Destaca, en fin, la figura emergente del cineasta Yorgos Zois, presto a dar el salto al largometraje de ficción tras el éxito de su anterior cortometraje, ‘Out of frame’ (Τίτλοι τέλους, 2012), reconocido en el Festival de Venecia 2012. Su mirada propia y el compromiso con la realidad de su país se puede comprobar tanto en ese trabajo suyo como en su debut ‘Casus belli’ (2010), en el que ya hizo asomar en pantalla el miedo al hambre por parte de las clases sociales más desfavorecidas. La repercusión de estos dos cortometrajes no le ha evitado padecer para conseguir la financiación que garantice el rodaje de la película, que finalmente tendrá lugar previsiblemente a principios de 2014: ‘Stage fright’ -el proyecto- ya ha sido respaldado en Cannes en 2013, y en Turín en 2012. Su leit-motiv es una declaración de principios de lo que ocurre en esta Grecia en la niebla: “el arte imita a la realidad”.

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