En un
encuentro que Azkuna Zentroa celebró en junio con motivo del ciclo dedicado a
Víctor Erice, el realizador vizcaíno fue entrevistado ante los espectadores de
Zinemateka por el catedrático de Comunicación Audiovisual de la UPV Santos
Zunzunegui, quien insistía en una de las diferencias que han marcado el cine
más cercano en los últimos tiempos: la que separa al cineasta de la gente que
hace cine. La deriva de los tiempos ha llevado a que cada vez más abunden los
sujetos pertenecientes a ese segundo grupo que, en un camino de deslegitimación
casi absoluta ha terminado conduciendo incluso a la desarticulación del mismo.
El cine ya no es –en su mayor parte- cine, y si hablamos de audiovisual en
parte es gracias al efecto del abaratamiento de la tecnología necesaria para
construir imágenes en movimiento. Ni siquiera “la gente que hace cine” hace
cine.
A ese
segundo grupo tan indefinido, cada vez más disperso y heterodoxo, se han
incorporado gran parte de los autores y realizadores que acaban de lograr
asomarse a las pantallas. Sin la esperanza de hacer cine pero con la férrea
voluntad de expresarse a través del audiovisual miran y registran el mundo que
les rodea y que visitan, la coyuntura sociopolítica, las expresiones de su cultura,
a sí mismos (a la manera del diario filmado). En la medida de sus posibilidades
y de su capacidad, ajustados siempre a la realidad de la producción de escaso,
mínimo o inexistente presupuesto.
‘Egin
salto! Otro mapa del audiovisual’ es un ciclo de Zinemateka de Azkuna
Zentroa que recoge la obra de algunos de los miembros de tan poco selecto
grupo, caracterizados –eso sí- por lanzarse a acometer su objetivo de
expresarse a través del audiovisual pese a quien pese, habitualmente
desprovistos del paraguas institucional, para rodar (o grabar) en Berlín, Benidorm,
Nueva York, Irak, Haití, Cerdeña, Singapur o México. E incluso en Euskadi.
Todos los participantes tienen en común haber nacido aquí, y algunos siguen
trabajando aquí. Sus obras se reconocen como marginales y se han abierto paso
en festivales internacionales como los de Locarno, Berlín, Lima, Buenos Aires o
Hong Kong, siempre a la búsqueda de espectadores inquietos y exigentes, con los
que establecer vínculos que escapan a las fronteras.
Es el caso
de Ion de Sosa. El estreno en Bilbao de su segundo largometraje, ‘Sueñan los
androides (Androiden Träumen)’ (2014) abre el ciclo. Guipuzcoano con raíces
fuera de Euskadi, rodó su primera película en Alemania y fue proyectada en el
prestigioso Anthology Film Archives de Nueva York. ‘True love’ (2011) fue la
expresión más pulida de un cine radical y reflexivo, entroncado en los códigos
del diario filmado, que llevaba años ensayando en las coordenadas de otros
compañeros de generación como el vizcaíno Víctor Iriarte o León Siminiani. Aquellas
debilidades y conflictos propios de un diario íntimo (se escribió repetidamente
el término “exorcismo” cuando se dio a conocer) han dado paso tres años después
a una película muy distinta: ‘Sueñan los androides (Androiden Träumen)’ está
más cerca de ‘El futuro’ (Luis López Carrasco, 2013), en la que fue director de
fotografía y productor. Como en ella, en su segunda película Ion de Sosa aleja
artificialmente (y de qué mejor manera que a través de una ficción) la
narración del momento actual para situarla en un entorno geográfico que refleja
un modo de pensar y actuar rabiosamente actual. Así, tras la coartada de una desenfadada
versión lo-fi del clásico de ciencia-ficción
de Philip K. Dick ‘¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?’ se esconde un
escenario tan contemporáneo como Benidorm, epítome de un tiempo muy cercano y
reconocible. Y sin embargo, válida para acoger a una ficción ambientada en
2052.
Resulta
igual de identificable y familiar el entorno rural del valle de Ultzama en ‘El
otro mapa de Abauntz’, el primer largometraje documental del realizador
lekeitiarra Aitor Gametxo, puesto en pie gracias al Festival Punto de Vista
pamplonés y de la mano de su admirable Proyecto X Films, en el que cada año el
certamen invita a participar a tres realizadores dispuestos a rodar un proyecto
en Navarra. Si Ion de Sosa utiliza la ficción futurista para hablar del
presente, Gametxo elabora sobre la base del documental un fino ensayo sobre
tradición, modos de vida y costumbres (rurales) de nuestro tiempo, partiendo
del hallazgo en una cueva del concejo de Arraitz-Orkin del que podría ser el
mapa de Europa occidental más antiguo jamás encontrado. La relación (o
desconexión) entre historia y presente, expresada a través de la incapacidad
para interpretar mensajes descontextualizados hacen que Gametxo se pregunte por
la manera en que se verán en el futuro (no tan lejano) las imágenes que se
crean hoy.
Aitor
Gametxo forma parte de un grupo de jovencísimos realizadores que han logrado
forjar una red de complicidad y colaboraciones con base en Euskadi. Fruto de
ella, vieron la luz (durante su estancia en Barcelona) ‘La ciutat tipográfica’
(codirigida con Igone Arreitunandia en 2012) o ‘Irudi mintzatuen hiztegi
poetikoa’ (codirigida con Maria Elorza y Maider Fernández Iriarte, bajo el
nombre de Colectivo Villa Dolores en 2013), pero dicha sensación de colectivo
se refuerza definitivamente tras la aparición en 2014 de la pieza colectiva
‘Errautsak’, producida por el Festival Internacional de Cine Documental y
Cortometraje de Bilbao, ZINEBI, en el seno del programa Zinergentziak, promovido
por el grupo TYF (Territorios y Fronteras-Research on Documentary Filmmaking)
de la Universidad del País Vasco, con la coordinación de Vanesa Fernández y
Patxi Azpillaga.
Tal y como
señalaban Fernández y Azpillaga en el Catálogo de ZINEBI 56, ‘Errautsak’ parte
de la colaboración con una serie de artistas que, “independientemente del
género en el que hayan trabajado, han destacado por su calidad cinematográfica,
su mirada personal o su aportación estética y que hasta el momento no han
tenido opción de integrarse en el tejido industrial audiovisual o de instalarse
aun mínimamente en el sistema artístico”. Son realizadores que ejemplifican la
entrega apasionada y muchas veces desinteresada que caracteriza a los
directores incluidos en ‘Egin salto!’. Junto a Igone Arreitunandia, participan
en ‘Errautsak’ Marisol Gil, Hodei Torres, Juan Pablo Ordúñez/MawatreS, Mikel
Zatarain y el colectivo Las Chicas de Pasaik.
Desde 2011 Maria
Elorza y Maider Fernández Iriarte han venido colaborando regularmente en distintos
proyectos audiovisuales y desde 2013 han adoptado el nombre de Las Chicas de
Pasaik para designar su grupo de trabajo, con el que han firmado piezas como
‘Agosto sin ti’ o ‘Encuentros’. La primera de ellas se incluye en la sesión que
repasará algunos de los trabajos de la gasteiztarra Maria Elorza, cuya obra
está marcada por un aire prácticamente artesanal que aplica sobre contenidos
muy próximos a la realizadora, en algunos casos domésticos. Partiendo siempre de
la renuncia (voluntaria o involuntaria), tanto en sus documentales como en las
ficciones atrapa momentos de gran belleza, nuevamente en la esfera del diario
filmado. En el caso de ‘Agosto sin ti’ ese diario se adapta con naturalidad a
códigos propios del género literario epistolar que resultados tan
satisfactorios ha dado en los últimos tiempos con las correspondencias
auspiciadas por el CCCB. Si en ese caso los autores de esas cartas filmadas
eran cineastas (por utilizar nuevamente la diferenciación enunciada por
Zunzunegui), aquí encontramos a dos amigas que hacen (lo que podemos entender
hoy por) cine. Y tiene sus ventajas e inconvenientes, por supuesto.
De Jesús
María Palacios ‘Egin salto!’ retoma un corto que también desarrolló
prácticamente en soledad, desde un ámbito muy personal y arrojando una
perspectiva individual sobre un hecho de sobra conocido en Euskadi: los años
que pasaron las familias de Jorge Oteiza y Néstor Basterretxea conviviendo en
una casa de Irún, muy cerca de la frontera, hasta mediada la década de los 70.
Palacios se acerca a este hecho desde su presente, recorriendo los restos de
aquella casa abandonada en la que se esfuerza por recordar un
tiempo que no vivió de la mano de la voz fantasmal de Oteiza, que explica
algunas de sus ideas sobre la luz y el vacío. ‘Casa vacía’ compone junto al
largometraje documental ‘Señales de vida: Néstor Basterretxea’ (de Gentzane
Martínez de Osaba y Álex G. de Bikuña, 2013) una sesión que supone un homenaje
directo a dos de los artistas más importantes del siglo XX en Euskadi.
Con la
mirada muy enfocada en el presente y pasado más reciente de Euskadi desarrolla
también hasta la fecha su carrera Mikel Zatarain (Donostia, 1983), participante
en ‘Errautsak’, y del que Zinemateka proyecta su obra completa, integrada por
cuatro cortometrajes en los que se combinan dos elementos que se mezclan con
poca frecuencia en los últimos años: voluntad de denuncia sociopolítica y una
identidad visual sorprendentemente madura, sustentada en un excelente uso del
sonido sobre una expresión visual tantas veces ignorada como el paisaje.
Una
perspectiva más transnacional se advierte en las obras del resto de
realizadores incluidos en ‘Egin salto!’ Son la otra vertiente de ese compromiso
con el audiovisual de un grupo de artistas y directores a los que les puede el
empeño por tomar la cámara y crear imágenes en cualquier lugar del mundo. Pero
hay matices y sustanciales diferencias entre ellos.
Así, Raúl
de la Fuente (Unciti, 1974) pertenece al mismo grupo de viajeros comprometidos
e incansables en el que encontraríamos al guipuzcoano Alfredo Torrescalles o al
getxotarra Unai Aranzadi. De la Fuente lleva trabajando como realizador, director
y guionista de cine y televisión casi 20 años. Su carrera –que incluye el
conocido documental ‘Nömadak Tx’ (2006), presentado en más de 100 festivales- fue
recientemente distinguida con el Goya otorgado al corto ‘Minerita’ (2013). En él
se acercaba a Bolivia para denunciar modos de vida y trabajo que no deberían seguir
existiendo. Pendiente de un proyecto apasionante (y costoso) en torno al libro
de Kapuscinski ‘Un día más con vida’ estuvo a finales de 2013 en Haití
retratando usos y costumbres de un país que carga con una leyenda negra
martilleada por desgracias naturales como el terremoto de enero de 2010. La
energía y visión positiva de muchas de las personas que recorren su pieza se
contagia al ritmo del documental y al tono: un empeño encomiable que no tapa la
sincera denuncia de la situación de otro país empobrecido que sirvió a de la
Fuente para elaborar una trilogía que se concentra en poco más de una hora de
duración en ‘I am Haiti’ (2014).
Los
escenarios también son muy lejanos en el caso de uno esos raros acontecimientos
audiovisuales que es ‘A filme – Expedición’ (2013), del realizador, fotógrafo y
diseñador donostiarra Antonio Macarro. Sus quehaceres relacionados con todos
estos ámbitos le han procurado la posibilidad de viajar por distintos puntos del
planeta y conocer a nombres tan relevantes para el cine contemporáneo como el
mexicano Carlos Reygadas o el filipino Raya Martin. Ambos colaboran en esta
pieza plural que se grabó en localizaciones dispares como Kenia, Paris, México
D. F., Santiago de Chile, Singapur o Los Ángeles, partiendo de una serie de
discusiones en torno a la manera de construir las imágenes en la actualidad. En
el alumbramiento definitivo de la obra jugó un papel determinante Raya Martin,
quien fijó una serie de pautas para ordenar lo que podría ser un largometraje.
En torno al viaje, a la memoria y al significado de la imagen hoy en día.
Cuando menos.
Un viaje al
corazón de las tinieblas que caracterizan a la práctica totalidad de las (millones
de) imágenes que se crean cada día en el mundo. Con un estilo visual muy
distinto, pero en la misma línea de Aitor Gametxo, Macarro se interroga sobre
nuestra progresiva incapacidad como espectadores para interpretar nuevas
imágenes desprovistas de contexto (título, objetivo, autor, tema). La presencia
de ‘A filme – Expedición’ en Zinemateka se revela un feliz hallazgo, pues su
exhibición ha sido relativamente reducida para el interés que suscitan sus
imágenes (en distintos formatos, tomadas con cámaras en muchas manos en
distintas partes).
Resulta
igualmente encomiable la variedad de registros, estilos y formatos a los que hace
frente con insolencia Koldo Almandoz en sus cortometrajes. A lo largo de una
carrera ya longeva (casi veinte años) resiste en la postura de no transitar la
ruta comercial habitual del cine. No sólo por el hecho de no acometer proyectos
de largometraje, sino porque entiende que no es el camino para alcanzar a su
público. De este modo, algunos de sus trabajos rodados con un equipo
profesional (desde el memorable ‘Belarra’ de 2002 al reciente ‘Hubert Le Blonen
azken hegaldia’) han gozado de un reconocimiento y prestigio razonables en el
circuito de festivales de cortos, pero resulta menos conocida su faceta como
realizador solitario. Grabar solo. A veces acabar piezas sin usar la cámara.
Así es como elabora lo que denomina zineborroak,
piezas brevísimas, el germen de futuros proyectos. O no. Como sencillos bocetos
que no tienen por qué aspirar a ser más de lo que son. Marcados por una ironía
y sentido del humor característico que se reconoce también, aunque algo menos
directo, en su obra “profesional”.
El humor –que
parte de la puesta en cuestión del género de no-ficción- también marca la obra
del director bilbaíno Lander Camarero. Pese a firmar el largometraje ‘What
about Columbus’ (2010) ha dedicado estos últimos años a producir en Estados
Unidos, Irak y Euskadi una serie de cortometrajes de ficción que juegan a
aparentar no serlo, y que se exhiben por primera vez juntos en Azkuna Zentroa. Su
proyección conjunta permitirá comprobar la evidente continuidad de la trilogía
integrada por ‘A political story’ (2013), ‘A serious comedy’ (2014) y ‘A
revenge story’ (2015). Gracias al preestreno de la tercera pieza en esta sesión
Zinemateka presenta lo más parecido al que podría ser el segundo largometraje
de Camarero.
Muchos de
los trabajos incluidos en este ciclo pueden leerse como expresiones de la
pasión con la que se dan los primeros pasos, pero la fragilidad y ligera
sinceridad de algunas de las piezas incluidas en ‘Egin salto!’ ejemplifican toda
una actitud ante el audiovisual contemporáneo en entornos de crisis. No hay
financiación para hacer películas de faraones o batallas interestelares, ni
siquiera para rodar con los equipos reducidos con los que trabajaron los
jóvenes revolucionados de la Nouvelle Vague o del cine independiente americano,
pero por ello y pese a ello, siguen adelante. Dan el salto. Toman una cámara y
se van a la otra parte del planeta o se quedan en su casa con la misma actitud
que aquellos. La actitud es la misma: encontrar una voz y un discurso propio. Y
el método, a día de hoy, no puede ser otro que mirar, mirar, mirar, grabar,
grabar, grabar.
(texto elaborado con motivo del ciclo dedicado por
Zinemateka de Azkuna Zentroa en septiembre y octubre de 2015 a algunas de las
piezas más interesantes del audiovisual vasco contemporáneo, titulado 'Egin salto! Otro mapa del audiovisual', y comisariado por Rubén Corral)
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