Es
una ciudad de Suecia, en un centro escolar. Los coches circulan por las calles
y un grupo de padres se han reunido con la tutora de una clase de adolescentes
para tratar una situación “intolerable”. El encuentro tiene lugar en un aula en
cuyas paredes los mapas se mezclan con dibujos, uno de los cuales recoge el
símbolo de la paz. La profesora acusa a un grupo de tres chicas de tener
atemorizadas al resto de chicas de su clase. Bullying.
Varios
zooms consecutivos, que se despliegan ante la mirada del espectador con calma,
introducen una película que consiste única y exclusivamente en lo que se vaya a
decir en esa aula, y en el que el guión conduce la película con ironía desviando
las múltiples acusaciones desde las alumnas a la profesora, a los padres (a
algunos padres) y a la dirección del centro. Lo que se podría convertir en un
batiburrillo de explicaciones no requeridas, gracias a la puesta en escena de
Peter Modestij, se convierte en una excelente escalada de tensión.
La
palabra ocupa prácticamente todo el tiempo. Sin embargo, la imagen suele no
coincidir con la persona que hace uso de la palabra. Modestij -situando su
cámara fuera del círculo en el que se desarrolla la reunión y siempre apuntando
a las personas que allí se encuentran- prefiere escudriñar los gestos de
aquellos que escuchan y sus reacciones para retratarlos: es consciente de que
en las palabras -especialmente cuando se pronuncian ante aquellos ante personas
a las que no van dirigidas- no se puede encontrar tanta realidad como en el
gesto descuidado, en los movimientos involuntarios, en expresiones fruto de la
intuición. Partiendo de esta premisa Modestij ha presentado 6A (2016) en una versión corta en el
Festival Internacional de Cine de Göteborg (en enero) y en una versión larga en
la Berlinale (en febrero). En los dos casos, llevado por un reparto muy convincente,
que incluye un amplio abanico de interpretaciones por parte de actrices procedentes
del teatro como Caroline Söderström (Louise, la profesora), veteranas como Lo
Kauppi o Eva Melander, además de las jovencísimas Omeya Lundqvist, Emine Özkan
y Tyra Olin.
A
diferencia de El jurado (Virginia
García del Pino, 2012), una propuesta anterior que se acerca a la idea de 6A, el director plantea una ficción muy rigurosa.
Frente a la no-ficción de García del Pino -de igual modo, sensacional relato de
los callejones sin salida de nuestro sistema democrático-, la palabra sirve a
Modestij para ir explicando al espectador el terreno en el que se mueve. El bullying en un primer momento, pero
después no resulta complicado comprender que el acoso es la extrema
consecuencia de una serie de acciones e inhibiciones por parte de profesores,
dirección del centro, gestores de la administración y -lo más importante-
padres. A través de una serie de acusaciones cruzadas, la película termina
derivando en una reivindicación de su puesta en escena, a la vez que en una
devastadora conclusión: una hora de diálogo de grupo conduce antes a Torquemada
que a una solución justa. Y, sin embargo, no debería haber mejor recurso.
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