Es curioso cómo el crimen y la narración
cinematográfica prácticamente llegaron juntos ya desde los primeros tiempos del
cine. Una narración mínimamente elaborada no llega al cine hasta entrado el
siglo XX. Tras unos primeros años de fascinación por las posibilidades visuales
de ese aparato de feria que permitía asustar y sorprender (al modo Lumière, al
modo Méliès/Chomón), comenzaron a pergeñarse excusas narrativas de inevitable
aire teatral para atraer la atención de los espectadores.
De entre los siempre elogiados pioneros del cine,
probablemente haya que agradecer al francés Ferdinand Louis Zecca una de las
primeras narraciones de mayor profundidad. La pieza en cuestión se titula
'Histoire d'un crime' (1901) y, destacando que se sirviese de la narración de
un hecho y personajes tan interesantes para el público general como son un
crimen, un criminal y los “administradores” de justicia, tiene el mérito de
lograr introducir de manera convincente la transcripción visual de lo que en
literatura siempre había sido una analepsis. De aquellos años del cine hay un
conocimiento muy limitado, pero bien podría afirmarse que introdujo lo que años
después se denominaría flashback (de una manera muy original para la
época, e incluso llamativo visto hoy), un recurso por antonomasia de uno de los
géneros más reconocibles de la Historia del Cine: el cine negro. En aquella
ocasión, Zecca lograba contrastar una narración sencilla, muy de aquellos
primeros años de peripecias sin demasiadas aristas (un criminal roba la caja fuerte
de un hombre y lo mata / la policía lo detiene / se le aplica la pena capital),
con hechos previos de la vida del finalmente ajusticiado. Todo ello, con el
propósito de buscar una mayor comprensión de los motivos del criminal, a la
caza de esa empatía con la “maldad” que tan frecuentemente se busca en
literatura y cine.
Cine y crimen, cine y narración. Aquel
cortometraje de Zecca incorpora ya algunas de las variaciones en torno al
crimen en el cine que se incluyen en la muestra que Zinemateka programa
coincidiendo con la celebración del Festival Internacional de las Letras de
Bilbao Gutun Zuria 2016: la contextualización de motivos para comprender al
criminal, el funcionamiento a veces deficiente del aparato institucional
encargado de castigar -o resocializar- al autor del crimen, los mecanismos del
crimen, y la ya mencionada “simpatía por el mal” como ejemplo más palpable de
apelación directa a la conexión del espectador con el relato.
Si por delito se entiende una acción u omisión
voluntaria o imprudente penada por la ley, y por crimen se entiende un delito
grave, sin duda esta pequeña selección de películas ha optado por los crímenes.
Sobre todo porque los autores de los mismos, al menos en tres de los cuatro
casos que nos ocupan, no son individuos aislados que deciden cometer un crimen,
sino grupos conformados por complejos mecanismos en los que difuminar
responsabilidades y culpas, eliminar remordimientos.
Comenzamos con uno de los grandes del cine
criminal. Hemos elegido al francés Claude Chabrol, autor de intrigas como
'Inocentes con manos sucias' (Les innocents aux mains sales, 1975), 'Los
fantasmas del sombrerero' (Les fantômes du chapelier, 1982), 'Pollo al
vinagre' (Poulet au vinaigre, 1985), 'La ceremonia' (La cérémonie,
1995), 'En el corazón de la mentira' (Au coeur du mensonge, 1999) o 'La
dama de honor' (La demoiselle d'honneur, 2004). No obstante,
probablemente sea 'El carnicero' (Le boucher, 1970) su película más
redonda en el acercamiento a la figura del asesino en serie: un relato que sigue
la estela de 'El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde' de Robert Louis
Stevenson, y que ahonda con éxito en el sentimiento de atracción hacia la
persona que comete el crimen. El relato se centra en una mujer, profesora de
escuela en un pueblo de Dordoña, a cuyo alrededor comienzan a sucederse una
serie de asesinatos coincidiendo con el inicio de una serie de citas con el
afable carnicero de la localidad. Coproducción franco-italiana con guión
original del propio Chabrol, está protagonizada por Stéphane Audran (ganadora
del Premio San Sebastián a la mejor actriz en el Zinemaldia 1970) y Jean Yanne.
Las otras tres películas del ciclo se centran en
crímenes que no son cometidos por individuos concretos sino auspiciados,
defendidos y ejecutados desde instancias colectivas. El ejemplo más claro es
'Desaparecido' (Missing, Costa-Gavras, 1981), en la que comprobamos cómo
un supuesto interés general (el de un estado como los Estados Unidos) se impone
al derecho más básico de uno de sus ciudadanos, obstaculizando en todo caso el
conocimiento de la verdad por parte de otros de sus ciudadanos. Por si no
atesorara suficiente valor con su propuesta, Costa-Gavras enfunda su furibunda
crítica a la falta de respeto por los ciudadanos por parte de la estructura
administrativa de una supuesta democracia con mayúsculas en un potentísimo
relato de desintegración familiar que se beneficia de las extraordinarias
interpretaciones de dos de los mejores actores estadounidenses de la segunda
mitad del siglo pasado: Jack Lemmon y Sissy Spacek.
La denuncia de un crimen por “razón de Estado”
gana crédito además cuando la realiza -basándose en hechos reales- un
realizador como el franco-griego Konstantinos Gavras, una de las voces
militantes más destacadas en el cine por su compromiso con los derechos
individuales. Así se pone de manifiesto a lo largo de una carrera prácticamente
intachable ética y estéticamente que incluye títulos como 'Z' (1969), 'La
confesión' (L'aveu, 1970) y 'Sección especial' (Section spéciale,
1975), con guión de Jorge Semprún, a quien Zinemateka dedicó un ciclo en 2012 ;
o, como 'Desaparecido', películas rodadas fuera de su Francia de acogida, tales
como 'La caja de música' (Music box, 1989) o 'Mad City' (1997).
En la estela de películas de denuncia contra el
poder omnímodo de un Estado rara vez controlado por intereses éticos
encontramos también el segundo trabajo como director del guionista
norteamericano Stephen Gaghan, 'Syriana' (2005). Si en 'Desaparecido' son los
intereses de los Estados Unidos en determinadas economías (más que estados)
latinoamericanas los que justifican actuaciones criminales, en 'Syriana', bajo
el influjo directo de la América post 11-S, es el miedo a un nuevo ataque
terrorista contra Estados Unidos lo que lleva a las sucesivas administraciones
a implicarse en labores de espionaje masivo, guerras, operaciones especiales,
secuestros y torturas decididas unilateralmente y sin el requerimiento de
justificación ante la ciudadanía.
Basándose en las memorias del ex agente de la CIA
Robert Baer (tituladas 'See no evil', y editadas en 2003), Gaghan urde un guión
en el que queda nuevamente revelada la prevalencia de los intereses económicos
de los Estados Unidos (en este caso, el tráfico de armas) sobre los principios
éticos y morales sobre los que se construyó la primera democracia moderna. La
película consiguió el premio al mejor guión adaptado de la National Board of
Review. El reparto lo encabezan George Clooney (que logró un Oscar por el papel
de Robert Baer), Matt Damon y Christopher Plummer.
El último paso en este pequeño recorrido por el
crimen en el cine tiene ciertas concomitancias con las dos películas
anteriores. Si en 'Desaparecido' y en 'Syriana' afloran estructuras secretas
dentro de las administraciones públicas que no parecen servir tanto al interés
de los ciudadanos como a otros menos justificables, en 'Gomorra' (2008) esa
estructura criminal lo ocupa prácticamente todo. Matteo Garrone, basándose en
el best-seller de Roberto Saviano, refleja la cotidianeidad de lo
inmoral y lo criminal en el territorio napolitano y casertano controlado por la
Camorra. Frente al oscurantismo administrativo de las películas mencionadas -en
las que lo criminal hay que ocultarlo-, en la rutina criminal de 'Gomorra' todo
parece desarrollarse a ojos vista, con una perversa sensación de normalidad que
lleva al espectador al terreno del desasosiego. Aquí el crimen es moneda de
intercambio diario, y quien queda fuera de él resulta reprobable.
'Gomorra' obtuvo el Gran Premio del Jurado del
Festival de Cannes en 2008 y cinco premios del Cine Europeo, incluyendo el de
mejor película del año. Su realismo soez y angustioso convierten el film en una
experiencia demoledora, que hace patente la incapacidad de la estructura del
Estado para imponer la ley a una organización criminal multiforme, capaz de
adaptarse a los tiempos antes incluso que el sistema. Ocurre en esa parte de
Italia como en otros lugares del mundo. Lo pavoroso es que la Camorra lleve
siglos implantada en esa misma zona, gestionando contrabandos, sobornos, robos,
asesinatos, chantajes, tráfico de drogas y cualquier armas, e incluso actuando
contra su propio medio ambiente.
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